lunes, 18 de mayo de 2015

Capítulo III

15 de agosto de 1992, Seattle.

Vale, primer día de entrenamiento. El concurso es dentro de un mes, así que lo mejor es empezar a ponerse las pilas como Dios manda. Matt se fue a trabajar para el bar hace un rato y, como el jefe no me ha llamado, la caracterización ha sido perfecta y el plan está funcionando. Por fin tengo tiempo para mí.

Me levantó del sofá de un salto, voy corriendo a mi cuarto y lo primero que cojo es mi querido skate. Luego, voy a la entrada y cojo las llaves que me había dejado el día anterior encima de la cómoda. Me miro al espejo comprobando que estoy perfecto (aunque no me hace falta comprobarlo. Sé que estoy perfecto siempre), salgo a la calle y me pongo a patinar hacia las pistas de skate nada más pisar la acera. Allí estarían varios colegas míos que siempre están allí. Hay veces en las que me pregunto si viven en la pista y todo.

Tras un buen rato esquivando árboles, policías y señoras mayores paseando a sus odiosos chihuahuas, llego intacto a la pista. Mis amigos están sentados en un banco cerca de las pistas, por lo que lo tengo todo para mí solo. ¡El sueño de cualquier skater hecho realidad! Sin desperdiciar un segundo más de mi tiempo, me lanzo a la rampa. Ollies, lips nosegrinds, lasserflips... Hago todos los trucos que puedo en un minuto, practicando para el concurso. Los que hago no me son suficientes, por lo que continúo entrenando hasta dos horas después.

Unos tíos pasaron por allí y, sin motivo aparente, se empiezan a meter con mis colegas. ¿Quienes eran esos tipos? Me acerco corriendo a ellos en cuanto veo que puede haber bronca.

-¿Qué pasa aquí?

-Nada de tu incumbencia, leprechaun. -me contestó el más grande de los tres tipos. Gilipollas...

-Con que leprechaun, ¿eh? ¿Sabes por qué más somos famosos los irlandeses? ¡Por esto! -y le asesto un buen porrazo en la nariz. ¡Que no se diga que mi padre no me enseño boxeo!

El tipo, claramente, me lo devolvió lanzándome un gancho al estómago y así empezó una gran marabunta de puñetazos. Mis colegas tampoco se quedaron parados y les dieron una tunda a los otros dos tíos.

Cinco minutos después, la policía estaba a nuestro alrededor. Nos cogieron por los hombros para separarnos y, en seguida, nos llevaron a comisaría por desorden público y vandalismo. Por esas dos cositas sólo estuvimos media hora metidos allí. Al menos, mis colegas y yo. Los otros tres se quedaron un rato más. Y, justo cuando estaba a punto de salir, el tipo grande de antes me cogió del cuello de la camiseta y me levantó ligeramente del suelo.

-Estás muerto, chaval. Muerto.

Bah, amenazas... Aquello era un farol. ¿Verdad?

viernes, 17 de octubre de 2014

Capítulo II

Día 14 de octubre de 1985, New York City.

Robert intentaba colarse en un estúpido (eso pensaba él) concierto de su primo Paul para darle aquellos estupidísimos (sí, el chico estaba cabreado) guantes de cuero para tocar la batería. Odiaba cuando su tía le mandaba hacer esa clase de recados que requerían el pequeñísimo detalle de que tenía que incumplir la ley...

Rodeo todo el estadio corriendo buscando una entrada o algo que me pueda ayudar a entrar. ¡Aleluya! Algún idiota acaba de salir del lugar dejando una puerta abierta, miro a ambos lados de la calle y, a paso lento y despreocupado, me cuelo allí como si tal cosa. Una vez dentro del recinto comienzo a correr a la zona donde estaban los vestuarios y donde, supuestamente, me esperaba Paul para que le entregase aquello.
-¡Ya era hora! -grita una vez estoy lo suficientemente cerca como para que pueda verme.
-Lo siento, no es culpa mía que tengáis tanta maldita seguridad. -Respiro algo acelerado por culpa de la carrerita de los huevos.- Toma -le paso los guantes mientras me apoyo en la pared para descansar un poco las piernas, definitivamente tengo que hacer más ejercicio.
-Gracias, R... -Me miró y pareció pensar por unos segundos lo que iba a decir- ¿Raph?
-Casi aciertas... Soy Rob... -Suspiro y miro al suelo.
Nadie entiende tanto como yo lo que es que ni tu propia familia sepa tu nombre. Eso es lo malo de ser el pequeño de ocho, creo que ni siquiera mi abuela se ha aprendido aún mi nombre, eso o le resulta más sencillo llamarme Rob, al fin y al cabo uno de mis hermanos mayores se llama Robin... Me gustaría tanto no tener hermanos, ser hijo único, así al menos mis padres sabrían mi nombre y no empezarían <<Ray... Rus... Raph... Rob... ¡Robin! ¡No, Robert!>>...
-Lo siento, es que no podía verte bien. -Se excusa Paul acercándose a mí, me revuelve el pelo con uno de sus manos cubiertas por los guantes.- Sé perfectamente que tú eres distinto a los demás.
-Gracias. -Susurre con un poco de esperanza al escucharle decir eso.
-No es nada, Bobbie, eres mi primo favorito, ¿sabes?
-¿Hablas en serio? -Alzo la cabeza para mirarle sonriente.- Eres el mejor primo del mundo. -Le abrazo con fuerza.
-Claro, ¿cómo no podrías ser mi favorito si eres el único que adora el rock tanto como yo? -Revuelve mi cabello con la mano mientras me devuelve el abrazo.- Además, sé bien lo que es ser el pequeño, como tú. -Susurra a mi oído antes de separarse.- Y ahora debo ir a trabajar, así que... Si quieres puedes quedarte a ver el concierto o puedes irte a casa.
-Voy a aceptar esa oferta, prefiero no ver la asquerosa cara de Robin... -Camino en dirección al backstage.
-¿Habéis vuelto a pelearos? -Pregunta mi primo con cierta... ¿Curiosidad? ¿Preocupación? Realmente no sé cual de las dos opciones es correcta.
-Sí, es imbécil hasta niveles increíbles, ¿te puedes creer que ha dicho que Batman es mejor que Iron Man? -Dije en tono de asco, porque esa era la única sensación que entraba en mi cabeza al recordar aquellas palabras.
-Bueno, mantén la calma, todo el mundo sabe que Iron Man le da mil vueltas a Batman. -Dice en tono tranquilo antes de salir al escenario con sus amigos.
Me siento en uno de los sofás que están colocados allí para que los componentes del grupo se relajasen, pero bueno, nadie podría decirme nada, de un modo indirecto no habría concierto de no ser por mí. Sacó del bolsillo trasero de mis ajustados vaqueros un cómic de Los Vengadores y, como estoy solo me tumbo en el sofá a leerlo con toda la tranquilidad del mundo.
Estoy tan concentrado en mi lectura que no me doy cuenta de que un tío se me acerca por la espalda hasta que de repente abre la boca dejándome escuchar su profunda voz.
-¿Eso es un cómic de Los Vengadores? -Pregunta haciendo que ruede los ojos por aquella obviedad, debe ser tonto o algo...
-Pues claro, i... -Miro hacia arriba para ver la cara del estúpido y entonces veo que es jodidamente guapo.
-Creía que lo que estaba de moda era La Liga de la Justicia. -Toma asiento a mi lado, pero joder, que bueno está...
-S... Sí, es lo que está de moda, pero a mí me gustan mucho más Los Vengadores. -Digo mostrando con orgullo mi camiseta de estos mismos.
-Entonces creo que nos llevaremos bien, chico. -Sonríe, oh, Dios, ¿también tenía que tener una sonrisa perfecta? ¿Por qué?
-Me llamo Robert. -Le ofrezco mi mano temblando un poco, ese maldito rubio me ponía de los nervios...
-Yo soy Troy. -Estrecha mi mano manteniendo aquella sonrisa, no es posible tanta perfección en una sola persona... Debería ser ilegal ser así...
-Bonito nombre... -Susurro mirándole a los ojos... No, no, no... No puede ser, tiene los ojos azules, ¿esto que es? ¿Alguien ha intentado hacer al tío perfecto para mí o qué?
-Gracias, el tuyo también mola, me recuerda a ese actor... ¿Cómo se llama? El que hace de Ian en “Weird Science”...
-Um... ¿Hablas de Robert Downey Jr? -Pregunto con una pequeña sonrisa en el rostro, ese tipo era genial.
-¡Sí! ¡Justo ese! -Sonríe ampliamente al ver que yo también ¿admiro?, a ese tío.- No sé que pensarás tú, pero yo creo que Sarah Jessica Parker es muy afortunada.
Espera un momento... ¡Es gay! ¡Es gay! ¿Puede haber algo más maravilloso? Es guapo, le gustan los cómics, Robert Downey Jr, está en un concierto de rock... Otro tío se acerca y se sienta en su regazo... A la mierda todo, señores, tiene novio...
-Ya, pero no es la única con suerte... -Digo a modo de indirecta y vuelvo a bajar mi vista al cómic, eso no era justo, tío, nada justo...
Durante todo el concierto leo el cómic intentando ignorar los arrumacos de Troy y su novio. Cuando Paul vuelve por fin casi me abrazo a sus piernas como un niño pequeño que quiere irse a casa. Aunque en ese momento me sentía exactamente así. Paul y el tío ese que estaba con Troy se van a hablar, el rubio me mira y luego echa un vistazo a su reloj de pulsera.
-Si quieres podría llevarte a tu casa en moto... -Esa oferta me sorprende, ¿qué demonios estaba pasando aquí?
-Bueno, vale, está bien, así no tendré que esperar a Paul... -Me levanto del sofá en el mismo momento que él viendo que me saca casi media cabeza... Odio medir solo 1'70, quiero pegar el estirón de una vez...
-Ahora vengo, voy a decirle que te llevo yo. -Se gira yendo a los vestuarios.
Cuando creía que no podía ser más perfecto me demuestra que si puede. Tiene un cuerpo perfecto y aún por encima tiene una moto... Vuelve enseguida y salimos fuera, me quedo quieto un segundo al ver que me va a llevar a casa en una Harley, esto parecía un sueño...
Conduce a gran velocidad hacia mi casa, seguramente Paul le había dicho que vivíamos uno frente al otro o algo así. Al llegar a mi casa bajo de la moto.
-Gracias por traerme, Troy. Ya nos veremos... -Camino hacia la puerta de casa para entrar e irme a “dormir”.
-Espera un momento, Rob. -Me giro viendo como el rubio se levanta de la moto y se acerca. ¿Qué va a hacer? Antes de que pueda decir o hacer nada el musculoso ojiazul está besándome. Sin duda parecía un sueño, el mejor sueño de mi vida.- Sueña conmigo, ojos bonitos.
Guiña un ojo mientras yo camino a la puerta de mi casa con las manos temblorosas. Introduzco las llaves en la cerradura y subo sigilosamente a mi habitación, desde que mis hermanos mayores se han ido a la universidad yo tengo una habitación propia y es simplemente fantástico. Me tumbo en la cama pensando en el beso de Troy, ahora me encantaría tenerlo aquí para hacerle de todo menos leerle cuentos...
Por la mañana me despierta la odiosa luz del sol entrando por mi ventana. Me froto los ojos con los puños, ni si quiera me había desvestido la noche anterior, así que para disimular me pongo el pijama y bajo a desayunar a la cocina. El estúpido de Robin ya está desayunando, abro la nevera y, como siempre, se ha acabado la leche, suspiro.
-Podrías pensar en los demás, no eres el único que vive en esta puñetera casa. -Gruño enfadado, era siempre tan estúpido...
-Ya sé que no soy el único, pero ahora mismo estoy al mando, mamá y papá se han ido...
Le interrumpo.- ¡¿Cómo dices?! Ni de broma, no pienso obedecerte. -Me cruzo de brazos para dejar clara mi posición ante aquello.
-Pues te jodes, haber nacido cuatro años antes, inútil... -Dice con una sonrisa de superioridad, Dios, como le odio...
-¡Que te den, Robin! -Grito y subo corriendo las escaleras.
Una vez en mi habitación me quito el pijama y busco algo limpio que ponerme. Cojo en el armario unos ajustados y desteñidos pantalones vaqueros y una camiseta rota de lobezno. Me visto farfullando cosas contra mi hermano, me pongo unas botas militares y las ato muy flojas. Me miro un momento al espejo y me despeino más echando mi flequillo a un lado, me pongo una bandana en la cabeza para que quede mejor.
Me sonrío a mí mismo, era casi imposible ser tan guapo como yo, de no ser por aquella horrenda ortodoncia todo sería perfecto. Cojo mi chaqueta de cuero y salgo corriendo de casa, necesitaba hablar con alguien al que le funcionasen más de dos neuronas. Una vez en la calle miro a mi alrededor y veo al rubio que anoche fue el dueño de mis sueños, sonrío ampliamente ante la visión del despampanante rubio.
-¡Troy! -Exclamo corriendo en su dirección cuando veo que esta besando al chico de ayer.
Me paro en seco totalmente descolocado por aquello, no podía creérmelo, no quería verlo, no, no... Eso no debería estar pasando...

¿Estaba Troy jugando conmigo?

domingo, 12 de octubre de 2014

Capítulo I

Día 31 de julio de 1992, Seattle.

Cuatro palabras: Un día de mierda.
El tacaño de mi jefe nos ha hecho trabajar el doble, sin descanso y con el mismo sueldo y, conociéndole, estaremos igual durante una buena temporada. Malditas vacaciones y malditos turistas... Ellos no tienen la culpa de que mi jefe sea un hijo de puta, lo sé, pero podrían ir a gastar su dinero a otra parte...
Me tiro en el sofá a descansar en cuanto llego a mi querido piso que comparto con Matt, mi mejor amigo del instituto. Aquellos sí que eran buenos tiempos... No tenías que ganarte la vida, podías joder a los empollones tranquilamente sin que nadie se metieran en medio, podías follarte a cualquier persona que quisieras... Bueno, eso último lo sigo haciendo, ¿para qué me voy a engañar? Lo único que ha cambiado es que ahora tengo que mantener a una familia de diez personas con dos trabajos: Uno como camarero a tiempo parcial (supuestamente) y otro como skater profesional. Hoy, por culpa de mi jefe, no he podido entrenar y, a estas horas, no puedo. Pero hoy preferiría quedarme en casa de lo molido que estoy...
Matt se asoma al salón y, al verme, se tumba sobre mí:
-¡Matt! -le grité echo polvo y sin ganas de que me toque mucho las narices.
-No grites, te recuerdo que tengo mal el oído... -protesta poniendo morriros y mirándome con carita de cordero degollado. No puedo enfadarme con él cada vez que pone esa cara...
-No te gritaré. Pero no seas cabrón y avisa cuando te quieras poner encima.
-Sí, señor. -dijo en tono de coñá haciendo el saludo militar y acomodándose sobre mí para, después, adueñarse del mando y poner lo que quería en la tele, como siempre. Empieza a zapear hasta que encuentra un programa interesante: Las noticias deportivas. Esta vez, anunciaban una competición de skate que se celebraba... ¡en Seattle! ¡Genial! Otra competición que ganar. ¿Había algo más fantastico que eso?
-Oye, Jimmy, ¿vas a participar en ese concurso? -pregunta mirándome con curiosidad como si la respuesta no fuera más que obvia... A veces me pregunto si piensa.
-Pues claro que sí, tío. ¿Acaso lo dudabas? ¡Pienso ganar ese concurso como que me apellido O'Connell!
-Así se habla. Pero... ¿Cómo harás para entrenar si llegas a casa a estas horas?
-Tú me ayudarás con el plan, no te preocupes. -dije completamente seguro. Matt se parecía un montón a mí y, con un poco de maquillaje, lo convertiría en un clon perfecto.
-No sé por qué, pero me da muy mala espina ese plan tuyo.
-Tranquilo, no te preocupes que no pasará nada.
Conocía a una chica que nos podía ayudar sin problemas y, por si no fuera suficiente, mi jefe era miope. Era un plan perfecto y era muy fácil devolverle el favor a Matt. ¿Qué podría salir mal?

sábado, 4 de octubre de 2014

Prólogo.

Jersey City, Estados Unidos, diciembre de 1937.
La noche anterior la ciudad de Jersey City había sufrido una gran nevada, por las blancas y vacías calles del lugar corrían dos jóvenes de cerca de catorce años, ambos lucían felices, llenos de vida. Uno de ellos llevaba en las manos un libro, mientras que el otro cargaba un bate de baseball ciertamente gastado.
-¡No me atraparás! -gritó el que portaba el bate mientras volteó a mirar al otro que le seguía unos cuantos metros por detrás.
-¡No es justo, Jimmy! -replicó el otro sin aliento mientras semejaba que de un momento a otro caería al suelo por el cansancio y el frío de aquella mañana.
-Oh, vamos, Bobby, no es para tanto, solo ha sido una pequeña carrera de nada. -el primero dejó de correr siendo alcanzado por el otro a los pocos segundos.
Ambos parecían la imagen de la salud, cabello castaño, delgados, ojos... Un momento... Jimmy si poseía unos ojos verdes típicos del país del que procedían sus padres, pero los de Bobby... Aquellos ojos eran singulares, su color no estaba ni ligeramente definido. Azules, naranjas, verdes, grises... Multicolor, mucha gente se reía de él por aquellos peculiares ojos o temían pensando que aquello era un mal augurio, incluso su madre se asustó la primera vez que vio los ojos de aquel pequeño... Era simplemente raro, era el chico raro con el que nadie quería hablar excepto Jimmy...
-Si en vez de leer esos libros tuyos -dibujo una leve mueca en su rostro acompañada de un ademán- hicieses deporte serías capaz de correr hasta casa desde el taller. -Comentó el que parecía algo más fornido mientras continuaba el camino a paso suave.
-Y si tú en vez de hacer deporte leyeses algún libro no serías tan bobo. -Contestó sin aliento su acompañante mientras con uno de sus delgados brazos rodeaba los hombros del más bajo.
Caminaron hasta llegar a sus casas, eran vecinos desde el nacimiento de ambos en enero de 1922. Los padres de Jimmy, algo mayor que Bobby, eran de procedencia irlandesa y habían llegado a la ciudad en marzo de 1921 gracias a un permiso de trabajo que había conseguido John, su padre. En cambio los de Bobby eran de origen italiano, habían llegado a aquel extraño país huyendo del padre de ella ya que no bendecía aquel matrimonio y a punto estuvo de matarlos al saber que la pareja esperaba un hijo. Cuando los italianos llegaron a la ciudad Francesca estaba embarazada de cuatro meses, por lo que desde aquel momento se junto con Margaret, la madre de Jimmy, quien estaba embarazada del mismo tiempo. Los pequeños crecieron juntos y forjaron una buena amistad, una tan profunda que la gente solía decir que eran como hermanos. Lo hacían todo juntos desde niños, es más, ambos llamaban “Mamá” a Francesca y Margaret, igual que “Papá” a Giuseppe y John. Para ellos era normal cosas como compartir la cama cada noche o que uno se colase en la casa del otro los días que no podía dormir simplemente para resguardarse en las cobijas de su amigo y poder pegar ojo... Jimmy y Bobby guardaban un secreto, uno del que ni ellos mismos eran conscientes.
Bataán, Filipinas, enero de 1941.
Los jóvenes estadounidenses corrían por sus vidas en medio de la batalla de Bataán, cuando uno de ellos fue alcanzado por una bala, por lo que no tuvo otro remedio más que ocultarse tras lo primero que vio, un muro. El segundo se escondió junto a su amigo viendo como la sangre comenzaba a salir de su estómago...
-¡Bobby, corre! -gritó el más fuerte mientras tomaba el fusil entre sus manos, de su estómago podía verse fluir el líquido rojizo que anunciaba que pronto moriría.
-¡No te dejaré, Jimmy! -respondió el segundo con los ojos vidriosos intentando no comenzar a llorar como un niño al ver como su único amigo y compañero le abandonaba.
Maldiciendo todo aquello, cubrió con las manos la herida de su amigo, de no ser por aquella guerra estaría estudiando medicina, de no ser por aquella guerra seguirían en Jersey City, de no ser por aquella guerra Jimmy llegaría a cumplir veinte años...
-¡Vete! ¡No quiero que mueras por mi culpa! -el de ojos verdes trató de apartar al otro con las pocas fuerzas que aún le quedaban, necesitaba tenerlo cerca, pero a la vez no quería que él también perdiese la vida por aquella bala.
Bobby miró a los ojos de su viejo amigo, sus miradas gritaban mil cosas “No te vayas”, “Te necesito más que a nadie”, “Eres lo único que tengo”... Y así era, solo se tenían el uno, después de una grave enfermedad Margaret los abandonó en verano de 1938, Francesca había muerto unos meses más tarde tras una neumonía... John, el padre de Jimmy, murió en marzo 1939, el hombre había elegido un mal día para viajar a Nueva York. Según bajó del tren una banda acabó con la vida del irlandés a golpes... Los chicos entonces quedaron bajo la tutela de Giuseppe, tal y como los O'Connell habían dejado en su testamento... Pero a penas unos meses después de que los jóvenes cumpliesen dieciocho años el señor Di Stefano había sido encontrado muerto en el puerto... Entonces la guerra llegó hasta su país obligando a Bobby a dejar sus estudios y que Jimmy dejase el viejo pub irlandés del que su padre era dueño antes de morir. Todo porque el ejército necesitaba soldados y ellos tenían dieciocho años...
-Te quiero -susurró el menor con un par de lágrimas cayendo por sus mejillas mientras sentía los pasos de los soldados acercarse cada vez más.
-Yo a ti no -contestó Jimmy acercándose más a su amigo y por fin lo hizo, dejó un beso en sus labios rodeándole con uno de sus fuertes brazos- yo te amo...
-Jimmy, yo también te amo... -se acurrucó entre los brazos del otro sabiendo que aquella era la última vez que lo abrazaría.

Entonces los soldados japoneses rodearon el muro encontrándolos abrazados, cargaron, apuntaron... ¡Pum! Una bala atravesó el pecho de Bobby llegando al corazón de Jimmy... Aquel fue el final de la historia de aquellas almas... ¿O solo el principio?

James O'Connell

-Nombre completo: James Alexander O’Connell.

-Fechas de nacimiento:
  • 7 de enero de 1922.
  • 27 de enero de 1941.
  • 14 de enero de 1972.
  • 7 de enero de 1998.

-Lugares de nacimiento: 
  • Jersey City, USA.
  • Dublín, Irlanda.
  • Seattle, USA.
  • Jersey City, USA.

-Estudios/trabajo: 

  • Barman.
  • Jugador profesional de soccer.
  • Skater profesional y camarero a tiempo parcial.
  • Instituto.

-Físico:
  
Mide alrededor de 1’86 m, pesa unos 64 kg y posee una constitución atlética.


-Mascotas:
  • Un pastor alemán negro llamado Bucky el cual siempre está con su amado dueño ya sea para jugar o para defenderlo.
  • Un pastor del Cáucaso llamado Maximus que siempre o casi siempre está durmiendo en su enorme caseta, excepto cuando le toca guardar la casa junto a Bucky.
  


-Etatus social: 
  • Clase baja. 
  • Clase media. 
  • Clase media-baja. 
  • Clase media-alta.

-Familia:
  • Hijo único de un matrimonio irlandés. 
  • Último de los dos hijos (Jack) de una familia irlandesa. 
  • Primero de los cinco hijos (Kate, Cameron, Henry y Mandy) de una bailarina de striptease y un funcionario.
  • Hijo único de una profesora de universidad y un ex militar.

viernes, 3 de octubre de 2014

Robert Di Stefano

-Nombre completo: Robert David Di Stefano.

-Fechas de nacimiento: 
  • 20 de enero de 1922. 
  • 10 de enero de 1941. 
  • 28 de enero de 1969. 
  • 20 de enero de 1998.

-Lugares de nacimiento:

  • Jersey City, USA.
  • Roma, Italia.
  • Nueva York, USA.
  • Jersey City, USA.

-Estudios/trabajo:
  • Medicina, un año.
  • Derecho.
  • Fisioterapia.
  • Instituto.

-Físico:


Mide cerca de 1'90 m, es delgado, de hombros anchos y sus músculos están ligeramente definidos. Sufre de una extraña enfermedad llamada heterocromía congénita.



-Mascotas:
  • Un pequeño hámster llamado Ham, lo lleva con él a todas partes.



  • Un perro mestizo llamado Lucky. Realmente es de su hermana, pero el perro lo obedece a él.


  • Un cachorro de pastor australiano llamado Hippie. Sufre heterocromía como Robert.



-Estatus social:
  • Clase media-baja.
  • Clase alta.
  • Clase baja.
  • Clase media-alta.

-Familia:
  • Único hijo de un matrimonio joven italiano.
  • Primero de los cuatro hijos (Julia, Luca y Andrea) de una rica familia italiana.
  • Último de los ochos hijos (Raymond, Rachel, Raven, Rusty, Ruby, Raphael, Robin) de un peluquero y una ama de casa.
  • Segundo de los dos hijos (Diane) de un matrimonio de cirujanos. Pero por parte de su madre es el segundo de tres hijos (Diane y Stacy). Por parte de su padre es el segundo de cuatro (Diane, Ashley y Matthew).